Buscaba en ti mi parte equidistante.
Tu parte equidistante a la mía.
Pero te sales de la ecuación.
Contigo nada se iguala
y dejo de ser ecuánime.
Cualquier valor me vale,
si tú eres X y yo soy Y.
Una ´y´griega que sustituyo
por ´i´ latina.
Tiendo a infinito.
Floto en el aire.
Y en el suelo, vuelo.
La desviación típica de una variable
sin cabida en este símil:
“Fuiste como el flash de una foto
de la cual no oí el clic”.
Me voy por la tangente,
pero no sé cómo hacer la raíz cuadrada de ti.
Resuelvo el problema con lógica:
tú, mi derivada.
Una arista plana.
El lado paralelo de la curva.
Lo que veo cuando cierro los ojos,
símbolos llenos.
Pedazos a trozos,
carentes de unidad
y de factor común.
Descubrí que los recuerdos,
aun no compartidos
tienen olor.
También, que eras real
sin haberte imaginado.
Que a veces, miras,
y al no ajustarse al patrón
lo desechas por la borda...
por una simple borla.
Es entonces, cuando encuentras de más
respecto a tus criterios de búsqueda.
El encuentro no se da:
no aparece en tu historial;
no llega a él, porque se pasa.
Nunca te soñé,
aquí sigo despierta.
Con el cronómetro parado, alerta.
El tic-tac no es del reloj,
pero ya perdí la cuenta
de las veces que escuché
sonar tus pasos
a dos metros de la puerta.
Distancia fraccionada.
Simetría.
Entre la tuya y la mía.
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