Recordar la sensación que produce el viento gélido en tu rostro y el respirar dicho aire.
Y salir a la calle para aspirar bocanadas del mismo que limpien cada uno de tus órganos a la vez que se aclaran tus ideas.
Durante el paseo, casi chocar con alguien en un paso de peatones, un cruce de miradas, un perdón y un gracias, ambos en francés; y seguir por tu camino con una sonrisa en tu cara y un sentimiento de no todos somos iguales en tu corazón.
Si, definitivamente me sigue gustando el olor del aire frío.
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