domingo, 24 de julio de 2011

No sé cómo expresar lo que siento, me parece que las palabras están vacías, tan vacías como mi corazón en este momento. No alcanzó a dotar del significado apropiado a las letras que las forman.
Mi mente es un barullo de emociones sin sentido aparente a ojos del espectador, pero lo cierto es que me mis emociones adquieren identidad al leer lo que han escrito otros.
Quizá es que las palabras adecuadas no existen, aún no han sido inventadas y sinceramente no estoy en condiciones de inventarlas, ahora no, aunque tenga la necesidad de hacerlo no sería capaz.
Por ello voy a hacer uso de palabras ya creadas:

Cansa mucho más callarse que decir lo que uno piensa (Película “Tengo algo que deciros”). Pero hay ocasiones en las que no puedes (o no debes) decir lo que piensas y lo que sientes, probablemente porque ni siquiera sabes lo que sientes.

Ese dolor que experimentas, que no consigues entender de dónde puede llegar, que no te da explicaciones, que te hunde como una gran ola que no habías visto, que te ha cogido por sorpresa, que te revuelca, te quita la respiración, te hace rodar sobre la arena mojada, sobre esos pasos que te parecían tan ciertos en tu vida. Y en cambio, no. No lo son. Ya no. (Libro “Tengo ganas de ti”)

En la vida siempre buscamos explicaciones. Perdemos el tiempo buscando un porqué. Pero a veces no existe. Y por triste que parezca, ésa es precisamente la explicación.
(Idém)

No hay nunca un porqué para un recuerdo; llega de repente así, sin pedir permiso. Y nunca sabes cuándo se marchará. Lo único que sabes es que lamentablemente volverá. Aunque por lo general son instantes. Y ahora sé cómo hacerlo.
Basta con no detenerse demasiado. En cuanto llega el recuerdo, hay que alejarse rápidamente, hacerlo en seguida, sin miramientos, sin concesiones, sin enfocarlo, sin jugar con él. Sin hacerse daño.
(Idém)
Por ello necesito huir de aquí, alejarme de todo esto por un tiempo para intentar olvidarlo o por lo menos para que los recuerdos pierdan su intensidad.

A VECES, NO HAY DOLOR MÁS FUERTE QUE EL NO CAUSADO, el no sentido y el no vivido. Entonces, es cuando uno se da cuenta de que lo que hace daño no es el sufrimiento, sino el vacío. El hueco de las conversaciones nunca habladas cuando sin esperarlo te viene a la memoria un recuerdo. El espacio sin rellenar de ese beso no dado, que estás seguro que sabe a menta o a fresa o a mango, con una cantidad de saliva justa y respiración acompasada.
A veces es un hueco de abrazo el que se siente. Notas como un regazo vacío te rodea. Algo que debería estar y no está, y que duele. Un desarrebujo del alma.
Comienzas a pensar y te das cuenta de que eres puro hueco, agujero negro en estado puro. Un queso gruyere de sentimientos, caricias, dedos, susurros, sueños, vivencias, risas. Y por cada espacio se derrama un dolor o se te clava una aguja..., y duele.
(Angela Torrijo Arce: Instrucciones para no echar de menos)

Cuando algo nos falta, debemos llenar ese vacío. Aunque cuando es el amor lo que nos falta, no hay nada que lo llene de verdad. (Libro “Perdona si te llamo amor”)