martes, 24 de marzo de 2020
8 DE LA TARDE
8 de la tarde, hora española.
7 de la tarde, Islas Canarias.
Se me eriza el cuerpo entero
de saber que tus manos
están ahí... aplaudiendo.
Las puertas permanecen cerradas,
pero los balcones nos mantienen abiertos.
Nuestros corazones cambian el ritmo
siguiendo el compás de las palmas.
Veo que miran la calle ya desierta
desde el oasis de sus casas:
caras conocidas -antes sin dirección
y anónimos. Ambos, (se) animan mientras.
Los aplausos se apagan.
Las luces siguen encendidas.
Pero me asusta que haya tantas;
y que aun así, nos sintamos a oscuras.
Todos volvemos dentro
hasta que salgamos juntos,
como muy pronto:
mañana, a la misma hora en punto.
Seguiremos siendo islas 23 horas y 59´
Pero nos uniremos en un archipiélago:
8 de la tarde, en la península.
7 de la tarde, en las Canarias.
lunes, 16 de marzo de 2020
Ojalá, los humanos tengamos un día de "perros".
Al salir a pasear a mediodía con el perro, una mujer que pasa en dirección contraria con otro can se para a una distancia prudencial y dirigiéndose a ellos, les dice algo que nunca pensé que llegara a suceder -porque antes era yo la que criticaba a quiénes no dejaban que las mascotas socializasen-:
"Acercáos vosotros que podéis".
domingo, 8 de marzo de 2020
EN FEMENINO INCLUSIVO
Esto es un alegato por la inclusión:
Quiero meternos a todas en la misma
ecuación porque en un solo saco no cabemos, aunque en este mundo hay
sitio para todas. No quiero sacar a los hombres, quiero que las
mujeres también estén dentro. Y que cuando entren, ellos se
queden y hagamos equipo.
El feminismo no es cosa de
mujeres. Ni el machismo, de hombres. Lo segundo es un falso mito del
que habla quien nada dice; y lo primero, un asunto de primera en un
mundo de personas.
Y es verdad que somos distintos.
Pero no los hombres de las mujeres. Todas somos diferentes porque
todas somos diferentes personas. Somos un conjunto heterogéneo
cuya mezcla impide que la raza humana -la única que existe- se
extinga.
Hay un asiento para cada una, pero
ninguno está numerado. Así que, las feministas no queremos
quitarle el puesto a los hombres, queremos que ese puesto no exista.
Porque no queremos llegar más alto, queremos que nadie esté arriba.
Y que quien vaya a ocupar el palco no lo tenga reservado con
antelación. Ni a nombre de un hombre, ni tampoco, con nombres de
mujer. Las plazas serán otorgadas por riguroso orden de llegada. O
concedidas por méritos propios, sin que medien fotos o datos de
identificación. Lo contrario sería exclusión.
Y también lo es, que todas pasemos
a tener apelativo masculino por un solo varón. Así que no te
sientas ofendido si me dirijo a ti en femenino refiriéndome al
término persona, porque el genérico «gente», sí que es
despectivo.
Exclusión es pretender que una
mujer se depile y un hombre no, si los dos tienen pelo.
Tan absurdo como que ambos deban ser
casi de la misma estatura “gracias” a - aunque siempre un poco
por debajo- los tacones-, si para algunos no os llegamos a la suela
de los zapatos y jamás estaremos a vuestra altura. Y es que si el de
arriba todo lo ve, el de abajo todo lo vive. Pero mientras el
segundo, a veces la sube; la mirada del de arriba, casi nunca baja
más de un segundo. Y recuerda también, que desde el suelo se
puede volar todavía más alto.
Así mismo, no tiene sentido que el
hombre vaya abrigado en invierno, mientras que la mujer deje a la
vista y al aire frío sus encantos; y por otro lado -y a pesar de lo
contradictorio- deba tener siempre ciertas partes “indecentes”
cubiertas, pero el hombre no tenga por qué tener la decencia de
cubrirse nunca la vista. Porque no
hay faldas cortas, sino manos largas. Y es que mi
apariencia no habla de mí, solo dice lo que tú sabes decir. Lo
que has aprendido de aquello que te han enseñado.
El hombre suele querer dominar a la
mujer -porque en realidad es en ella, en su interior, donde reside
el verdadero poder: el de la creación- mientras que la mujer lo
que no quiere es que la domine otro. Por ello, ¿cómo puedes
insinuar que estoy obligada a ser madre si dudas de tu paternidad y
con esa excusa te escudas de tu responsabilidad? La cuestión es
ser o no ser... padres. Ambas partes.
Para mí, las mujeres siempre van
primero, y al mismo tiempo el hombre está antes que la mujer... en
el diccionario solo, ambos. Y es que si alfabéticamente la “a”
va antes que la “o”, ¿por qué siempre prima lo masculino?
Ya que esto no trata de ser
enemigos, o de nosotras y vosotros.
La mujer no va en contra del hombre.
El feminismo no es exclusivo. Son personas a favor de todas
las demás personas. Que a pesar de ser muchas y muy variopintas,
ninguna está de menos, ni tampoco de más.
La paridad no es una comparación
en número cuya diferencia es cero.
La equidad no significa ser
equivalente, es complementarse.
Pero que cada una elija sus
funciones. Es una decisión personal. Ya que yo, en teoría, puedo
dar vida; y tú -si también teóricamente, y según las
estadísticas de violencia machista puedes quitarla hasta sin llegar
a matar- no. Eso es lo único que nos distingue: la posibilidad. La
mayor probabilidad de ser atacada por ti, aun yo siendo más en
cantidad y en cUalidad
-como gestadora de mujeres y hombres-, por tú creerme menos. Porque
las capacidades se adquieren y se mejoran, hasta las innatas.
Pero las culpables somos todas las
(personas) que hemos inculcado que las mujeres tenemos que tener
cuidado, aunque lo confundamos con el miedo, sobre todo de noche;
mientras que al hombre no le hayamos infundido que tiene que cuidar
-también sus palabras- incluso de día, y que a eso se le llama
respeto.
Que no hay un sexo fuerte y uno
débil.
Que las etiquetas no definen a
quien las lleva sino a quien las pone.
Que
no es necesaria su compañía ni la de nadie, pero que necesitamos
saber estar solas y también con alguien.
Que todas somos igual de
distintas.
Compartimos el mismo mundo.
Hagámoslo con tacto. Aunque el resultado sea, un mundo distinto al
que conocemos hoy.
¿Hay o no, trato?
Firmado: desde el anonimato.
P.D: Que esto último no lleve a
equívocos, porque aunque lo parezca no es un contrato. Los
contratos se rompen y esto está sujeto al cambio de actualizarlo
siempre, a la mejor versión.
viernes, 6 de marzo de 2020
Dos: veintiocho y, treinta y seis. (Casi 10 años más tarde)
Lunes, 31 de enero de 2011.
15:30 Penúltimo vagón de metro, linea 3:
Gotas que nunca llegarán a formar parte de mi memoria caen sin remedio, nadie alrededor presta atención. Nadie, no.
Una mujer se levanta, se acerca a mí y acaricia mi mejilla.
- No merece la pena -me dice-. Vive la vida. Porque yo se la di a dos: al primero hace 36 años y el segundo, 28 ya va a hacer.
En ese momento, sus ojos se empañan de memoria, su mente vuela; mientras sus piernas (las tres) se adhieren firmemente al suelo, para después desaparecer entre el gentío, como si nada de aquello hubiera sucedido.
Y hoy, viernes 6 de marzo de 2020 -casi una década después- recuerdo por qué lloraba y también, cómo me consoló.
Me sigo preguntando si se continuará apoyando en el mismo bastón. O necesitará dos muletas ahora, una a cada lado.
Si aún, sus lágrimas tienen el nombre de sus hijos y ellos lo saben.
Solo espero que se siga teniendo en pie.
Ojalá pudiera andar yo tras sus pasos y agradecerle lo que aquella tarde hizo por mí. Porque tenía razón: no merecía la pena. El principal causante de mi llanto, desde hace poco más de un mes ya no está.
Aunque mis sollozos sí, pero sean otros.
Y es que siempre habrá motivos para llorar, yo lo sé, hasta de felicidad.
Como por ejemplo: de haberme sentado enfrente de alguien en el Metro de Madrid que sí se dio cuenta de todas y cada una de mis húmedas acompañantes.
Gracias, a ti y a la vida, por reunirnos y compartir ese viaje.
Ni una menos, ni una más
Una
heroína es una persona que nació, morirá -si es que no se ha
muerto ya- y posiblemente -al menos durante una época de su vida-
solo sobrevive, con y a pesar de aquello que le ha tocado vivir.
Así que, ¿importa
con qué cuerpo nació?, ¿importa el actual en el que vive? Son solo
un contenedor de almas que nos dota de apariencia humana.
Porque todos en el
útero materno fuimos mujeres. Después en la gestación algunos
desarrollaron eso que aún ciertos individuos consideran muy viril y
en ocasiones les hace ser viles. Separado, no “serviles” como
otros etiquetan a las mujeres, pretendiendo ser una ofensa que les
haga sentir tan débiles como ellos intentan.
Y aunque haya en
todos nosotros una mujer que habita en ti e incluso así, siga
habiendo incrédulos; todos -sin excepción- hemos habitado en una
mujer, y sin ella no estaríamos viviendo y mucho menos, vivos.
Ella puede dar vida -de ahí, quizá lo de “servil”- y tú, por
poder darla, se la quitas. ¿Acaso estás ofendido por estar en
inferioridad de condiciones? ¿En eso consiste para unos cuantos ser
un hombre?
¿Es que los hombres
desconocen que “menos-precio” no significa menos valor?
Muchos -ambos-
ignoran que ninguna mujer es de nadie aunque pongan el
artículo posesivo “mi” delante.
Que contigo y a tu
lado, tiene que decidir estarlo ella.
Que solo el
término“sí” significa sí. Por tanto, su ausencia da por
terminado el asunto. Y que cada “si” tiene una validez, no
siendo transferible ni acumulable.
Que no hay cosas de
mujeres y cosas de hombres. Así que tampoco importa quién soy yo.
Aunque al parecer, los hombres no suelen escribir sobre heroínas.
Pero ahí radica la inclusión: juntos, él y ella.
Porque todos
somos distintos, pero merecemos lo mismo: igual respeto en diferente
cuerpo.
Quien se identifique con esto que yo he expresado en unas líneas o
haya conseguido poner nombre o rostro a alguno de los
protagonistas...
O quien haya hecho
algo para que ella continúe siendo ella y él ya no sea él -aunque
lo hicieras tú por ti-; porque esto es un cambio conjunto, y no se
trata de que ella aprenda a defenderse, sino que a él se le enseñe
a no atacar.
Cualquiera, repito: cualquiera que contestara afirmativamente o se
hiciera alguna de estas preguntas -para mí- es una heroína.
Sea hombre o sea
mujer.
Porque antes de esa
división creada por los hombres como generación, hay algo que nos
une, y es que todas -en femenino- somos personas.
Y esta, puede ser su historia.
jueves, 5 de marzo de 2020
¿Contigo o contagio?
¿Y si no vuelvo nunca a cogerte de la mano?
¿Y si jamás volvemos a besarnos? ¿Y si tampoco vuelvo a ver tus labios?
¿Y si por hacerlo una vez más no volvemos a poder hacerlo jamás?
¿Y si el pan de cada día pasa a ser una novedad y hasta cambia de nombre, pero con una única receta universal que nadie sigue? ¿Y si por ello se hace viral y nos convertimos en clones?
¿Y si tus orejas sostienen a partir de ahora las gomas de una máscara en lugar de una tiara falsa pero a la par elegante?
¿Y si dejamos de distinguirnos y nos extinguimos?
¿Y si empiezas a abrazarme antes de que todo eso pase para no oír la respuesta mientras nuestro corazón late?
Mejor: sintoniza la emisora de Los 40 Principales.
¡No! Prefiero un vinilo de 4.40... no vaya a ser que te equivoques de frecuencia y la onda expansiva de los informativos estalle.
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