miércoles, 19 de agosto de 2020

Aforo incompleto

 

Me hubiera gustado decirte que te quedaras.

Me hubiese gustado haberte dicho: «no te vayas».

Pero no pude.

Pero no puedo.

Pero ya te fuiste.

Pero ya te has ido.


Como la lluvia de abril.

Como el 29 en febrero.

Como un lunes tras un domingo.


Corriendo y sin despedirte.

Mirando al suelo.

Te llevaste la llave.

Y de un portazo

vaciaste el sonido.


Pero sigo oyéndote dentro.

Donde todavía estás, si quiero.

Donde busco el silencio,

encontrándote a ti.


Ahí, sigues estando.

En el mismo lugar.

En el mismo sitio.

Como siempre.


Igual que si te lo hubiera pedido.

De haberlo sabido.

De haber sabido, que te marchabas.

Para, por el momento, no volver.


Regresará la lluvia antes de abril.

En 2024, el 29 de febrero.

El lunes, la semana que viene.


¿Y tú?

A ti te lo digo.

A ti, que te quise,

toda la vida.

Aunque jamás, en toda esa vida,

abras la puerta.



sábado, 15 de agosto de 2020

SIMETRÍA


Buscaba en ti mi parte equidistante.

Tu parte equidistante a la mía.

Pero te sales de la ecuación.

Contigo nada se iguala

y dejo de ser ecuánime.

Cualquier valor me vale,

si tú eres X y yo soy Y.

Una ´y´griega que sustituyo

por ´i´ latina.


Tiendo a infinito.

Floto en el aire.

Y en el suelo, vuelo.

La desviación típica de una variable

sin cabida en este símil:

Fuiste como el flash de una foto

de la cual no oí el clic”.


Me voy por la tangente,

pero no sé cómo hacer la raíz cuadrada de ti.

Resuelvo el problema con lógica:

tú, mi derivada.

Una arista plana.

El lado paralelo de la curva.

Lo que veo cuando cierro los ojos,

símbolos llenos.

Pedazos a trozos,

carentes de unidad

y de factor común.


Descubrí que los recuerdos,

aun no compartidos

tienen olor.

También, que eras real

sin haberte imaginado.

Que a veces, miras,

y al no ajustarse al patrón

lo desechas por la borda...

por una simple borla.

Es entonces, cuando encuentras de más

respecto a tus criterios de búsqueda.

El encuentro no se da:

no aparece en tu historial;

no llega a él, porque se pasa.


Nunca te soñé,

aquí sigo despierta.

Con el cronómetro parado, alerta.

El tic-tac no es del reloj,

pero ya perdí la cuenta

de las veces que escuché

sonar tus pasos

a dos metros de la puerta.


Distancia fraccionada.

Simetría.

Entre la tuya y la mía.



domingo, 9 de agosto de 2020

iMAGInA

 

Imagínate en tu habitación, aislada, incapaz de ir al supermercado el 14 de marzo y ver todo "aquello".

Imagínate a alguien que consiguiera hacerte salir de ese encierro.

Que entrara en tu vida por una pantalla y que en ella, aun apagada, se quedara.

Imagínate que por una vez en tu vida, de forma prolongada, dejaras de pensar y lo hicieras.

Que sintieras lo que haces, que sin desplazarte te movieras.

Imagínate que volvieras a ser quien eras... antes, mucho antes.

Y no solo eso: que ahora fueras la persona que nunca imaginaste poder ser.

Que te miraras en un espejo y no te reconocieras.

Imagina que la pesadilla se hubiera tornado sueño.

Y que lo que tú llamabas “aquello”, fuera vida.


Pues, no imagines más; la realidad supera la ficción y cualquier parecido con la primera es pura coincidencia.

Porque ese alguien no existe: son dos.


Imagina que un par de seres hubieran aparecido en tu pantalla: uno en la tele y otro en el ordenador.

Imagina que de lunes a viernes a las 9 a.m, y luego, los miércoles y sábados a las 19, tuvieras sendas citas.

Imagina que uno fuera un hombre y el otro, una mujer.

Imagina que él hubiese nacido (un año) después que tú y ella, antes.

Que no tuviesen nada que ver, pero con ambos lo vieras todo claro.

Que ellos y sus circunstancias fuesen distintos; pero sus almas, iguales.

Imagina que esa dualidad fueras tú.

Imagina que hubieras decidido dejar constancia de ese hallazgo inconsciente por medios virtuales, los que rechazabas por dejar los ojos a cada uno de los lados.

Imagina que esos “Yo estuve ahí”, se convirtieran en pregunta y ellos respondieran: en Tw, en IG, en los directos (o no) de Fb, por e-mail.

Imagina que el reflejo de tu sentir, de repente fuera un espejo que te reflejara a ti.

Imagina conectar con alguien desconocido a través de ellos y que a partir de entonces, ninguno lo fuera, ni siquiera tú.

Imagina que desde ese momento, las redes sociales no atraparan con un nudo, sino que te envolvieran en un lazo de regalo.

Imagina que pasaras de escribir a editar: por él, material gráfico, y por ella, los relatos de los demás.

Porque ahora tienes, no uno, sino dos proyectos. Con él, seguir con mi antiguo yo: la #NuevaNormalidad recuperada el 23 de marzo con #MuéveteEnCasa en la que además tu madre se dedica 30´ al día, siendo la “excusa” el generar contenido. Y con ella, publicar un libro colectivo titulado En cuentos con Rosa, cuyos beneficios serán donados a ACNUR.

Imagina que nunca hubieras estado tan activa, tan motivada, con tantas ganas de que fuera de día, ni con tanto ímpetu para levantarte de la cama.

Como si tuvieras de nuevo 18 años, pero no miedo. Con una meta en mente... sabiendo que estás en medio.

Imagina que con él hubieras aprendido, los punto y seguido; y con ella, los punto y coma.

El tiempo es relativo e indicativo, 1” puede parecerte otra vida y esa vida no cabe en esta hoja.

Pues, resulta que, los emojis de él también hablan y la risa de ella es una banda.

Que mi mirada #Sonríe, aunque esté llena de lágrimas diciendo infinitas gracias.

Y es que cuando no pides nada, TODO es compartido contigo.


Esto es lo único que tengo para ofreceros, @cescescola (Cesc Escolà) y @BrunaHusky (Rosa Montero).



viernes, 7 de agosto de 2020

Cuestión de biométrica


Se miraron como en un acto reflejo: sabían que, alguien, al otro lado del espejo, otros ojos les estaban mirando a ellos, a los suyos propios; así, marcándoles el camino que debían de seguir.

Sus miradas se detuvieron ahí, en un punto fijo. Por otra parte, secreto. Nadie abrió la boca. Y si alguna se abrió, nunca se supo. Los cuatro estaban ensimismados intentando descifrar lo que quedaba oculto. Las pupilas dilatadas procuraban ver lo que permanecía debajo, en otra dimensión. Tras ese tejido opaco.

Cuando dejaron de converger ambos trayectos y el nudo que los unía se deshizo, cambiaron de sentido y se volvieron a mirar. Fue un paso atrás. Una coreografía improvisada. Sin tocar.


La vista, a veces, es lo único que se tiene para conectar. Sobre todo, en la distancia, si crees que no te van a escuchar. O, peor: que simularán no haberte oído y que eso que ahora callas, no lo has dicho.

El contacto visual no se finge. No puedes pretender que sus ojos no te hayan visto mirándoles; ni al revés.

Porque las miradas tampoco se cruzan; se señalan, se dirigen unas a otras. Al unísono. Convergen hasta que se separan vuestras caras para daros la espalda y perdéis la conexión.

Se fue la señal.

Y en ese momento, querrás correr en su misma dirección y preguntarle cómo le va, adónde va. Pero hay algo que te impide pronunciarlas. Es por vuestra seguridad. Por eso sigues andando a la misma velocidad.

Es entonces cuando te alejas de (la) verdad: quizás jamás sepas cómo era la sonrisa que escondía... su mascarilla.