viernes, 13 de diciembre de 2013

Hoy recibí la noticia, de casualidad.
Y me quedé fría, totalmente fría. Como si estuviera vacía de vida.
De hecho al principio no sabía de quien se trataba y pensar que esa misma pantalla hizo encendérseme la bombilla hará unos cuatro años. Y sin embargo ahora la bombilla aparece apagada, fundida diría yo.
Y no sé si ajustarla a la boquilla, retirarla y poner otra nueva (pero, ¿cuál?); o dejarla así esperando que se encienda, que vuelva a pasar la corriente, pues a lo mejor lo único que ha ocurrido es que ha saltado el automático.

Lo realmente curioso es que mientras pensaba en escribir esto caí en la cuenta de que otra de mis "auto"promesas se ve rota: ya nunca lo oiré en directo.
¿Pero realmente me importa?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

No puedes querer sentir lo mismo que hace un año y medio. No lo busques, pues no lo vas a encontrar.
Ya nada es lo mismo, las circunstancias han cambiado. Tú misma, ya no eres la misma que entonces.
Y cuando uno de los factores cambia, el resultado por ende cambia también.

No es lo mismo, porque no es lo mismo y si es diferente no pude ser igual, verdad?

Y pensar que he tardado año y medio en darme cuenta, pero podría haber sido peor, podría haber tardado otro año y medio más.
Dicen que las casualidades no existen, yo por eso lo llamo destino.
Destino es que te encuentres en el metro a alguien que te dé una buena noticia, una noticia que te saque de ese pozo en el que te has empezado a meter, o que te dé un consejo, un buen consejo que te haga ver las cosas desde otra perspectiva aún antes de haber "facturado" la maleta que por cierto llevabas contigo.
O que cuando llegues a tu primer destino te encuentres a otro alguien que te dé un abrazo y se ofrezca para lo que necesites con una sonrisa.
Destino es que cuatro días antes alguien acuda a tu llamada de socorro e intente dar con una solución para tu problema, analizando punto por punto lo que te sucede conociéndote desde hace apenas un mes.

Destino es todo aquello que aparece en tu camino para ayudarte a retirar las piedras con las que te vas encontrando en él.

martes, 26 de noviembre de 2013

Lo descubrí un día en el que andaba yo absorta en mis pensamientos, cómo no.
Pero un olor me sacó de mis ensoñaciones. Un olor que olía fantásticamente bien. No provenía de ninguna cocina, sino de un camping-gas en plena calle. 
Su casa es un carromato a dos ruedas sin paredes ni techo. Pero eso sí, con un suelo, público, pero un suelo sobre el que pisar y sobre el que dormir, a falta de colchón viscoelástico.
La única habitación que posee tiene vistas, olores, sonidos, gusto y tacto a la calle, a cualquier calle, pero preferentemente a la Calle Princesa, qué ironía.

En aquel momento cocinaba un suculento trozo de carne aderezado con mil y una especias. Me llamó la atención la comparación con mi persona:  yo que disfruto hasta de baño propio, solo tengo un bote de orégano y esa persona le da más importancia a los aderezos que a los suelos y techos. Y quizá tenga razón porque dicen que somos lo que comemos.

Cada vez que paso por su "cocina" huelo un olor distinto, casi siempre su menú está compuesto por carne, pero a veces la acompaña de verdura muy bien cortada. Así que me aventuró a decir que fue cocinero a sueldo en algún momento de su vida.
La verdad, es que me gustaría preguntárselo, me gustaría preguntarle tantas cosas.

En cada ocasión en el que nuestras miradas se cruzan, aprovecho para mirarle a sus ojos, y ver que me dicen, sé que tienen mucho que contar. Y al final siempre soy yo la que abandona su mirada, porque deja de estar a la vista, tendría que detener el paso, o girar el cuello, pero no me atrevo a ello.
Él no pide nada, no hay ningún cartel que indique que necesita algo, pero si la primera necesidad del hombre es comunicarse, quizá la próxima vez deba preguntarle si recuerda el haberme visto antes, el haberme visto viéndole, no?

Últimamente me pongo a escribir cada vez que doy un paseo, mentalmente quiero decir.
Es salir a la calle y a mi mente comienzan a surgirle pensamientos destinados a ser escritos.
Así que ahora ya no vale eso de "voy a salir un rato a despejarme", al contrario, voy a salir un rato a inspirarme, porque es pisar el suelo callejero y empiezan a ebullir en mi cabeza nuevas ideas sobre las cuales escribir, de hecho no soy consciente de por donde camino o a dónde me dirijo, solo existen esas ideas y yo.
De vez en cuando veo algo o alguien y aparecen de nuevo otros temas sobre los que escribir, pero solo durante centésimas de segundo puedo llegar a darme cuenta de donde me encuentro, para después desaparecer físicamente entre el gentío y mentalmente entre mis pensamientos.

A la vez que no quiero regresar a casa, pues allí cesan de aparecer dichos pensamientos, estoy deseando llegar para plasmarlos por escrito y dejar constancia de mi fructífera obra, para parte de ella publicarla aquí.

Habrá a quiénes les parezca que estoy como en trance mientras camino sin rumbo, y en parte es así, pues cuando me invade una idea, solo existo para ella y ella solo existe para mi.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Intenté decirlo, pero nadie me escuchaba, así que opté por callar.
Me lo guardé para mí durante bastante tiempo, tanto que lo olvidé.
Olvidé el tiempo y aquello que intentaba decir.
Pero un día recordé que no me acordaba de mi voz.
Y entonces comencé de nuevo a hablar.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Conversación de hace seis meses con una niña de tres años.
- Mira: un flor, otra flor, y otra más, y ahí, y ahí. Y ahí hay más.
- Y está, está también. Tú si que eres una flor, una flor preciosa.
- Y tú otra, porque estás sentada encima de la hierba.

viernes, 22 de noviembre de 2013

No quiero hacer cargar a nadie con el peso de mis sentimientos y pensamientos, es por eso que me cuesta tanto decirlo en voz alta. Es demasiada presión para mí hacer partícipe a alguien más de lo que me pasa. No quiero tener semejante responsabilidad.
Por eso prefiero escribirlo, así es como si no lo dijera puesto que no soy consciente de cuando se lo hago saber a alguien en particular, pero tampoco me lo guardo para mí, pues en ese caso ten por seguro que explotaría.
De este modo no me siento culpable por traspasar a alguien mis desvelos, porque de hecho tampoco sé si alguien finalmente llega a saber de ellos.
Lo cierto es que ahora que lo pienso es una forma de comunicación bastante egoísta por mi parte. Pero es la que más me libera. Con cada tecla que pulso o letra que escribo desenredo uno de los nudos que se han ido formando. Y cuando acabo puedo inspirar tranquilamente y dejar de oír los latidos de mi corazón porque las pulsaciones se ralentizan de forma inmediata al ritmo de la formación de cada nueva palabra.

Pero también es verdad que de esta manera casi nunca recibo nada, ni una palabra de consuelo, ni un abrazo, ni una sencilla mirada, nada, ni tan siquiera un "visto wx:yz", algo que me haga saber que alguien es conocedor de lo que me ocurre, que le interesa, en definitiva que soy importante para ese alguien.
Sin embargo siempre me quedará la grata sensación de haber encerrado en forma de texto aquello que impedía bombear a mi corazón a una velocidad normal y el gusto por releerlo sabiendo que ya no me afecta o que por lo menos me afecta mucho menos.



jueves, 21 de noviembre de 2013

Si pudiera volver atrás cambiaría tantas cosas, tendría tantas cosas que decir y que hacer, tantos reproches que callar.
Si me hubiera dado cuenta a tiempo de aquello...  Si me hubiera detenido un instante, solo un instante en pensar en ello... Pero ahora ya da igual, no puedo cambiar lo que hice o lo que dejé sin hacer, lo que dije o lo que callé.
Hay tantos porqués sin respuesta, tantos condicionales. Demasiados.

Más vale tarde que nunca, así que voy a intentar cambiar el futuro, no voy a dejarlo todo como está. No.
Puede que lo estropee, pero si tengo la posibilidad de hacer algo, lo voy a hacer. No me voy a quedar con la incertidumbre.
No quiero volver a arrepentirme de lo que no hice, porque por ello lo único que tengo es la ocasión de modificar el transcurso de los acontecimientos. No tengo nada más que perder.
A lo mejor no consigo que nada cambie, pero habré hecho algo para  intentar que sucediera.

Lo que si sé, es que si aún así no sucede, será porque el destino lo quiso así.





No puede ser que lo que oiga sea cierto, quiero hacerte callar.
Solo escuchar el silencio, ni siquiera mi pensamiento.
Pues al oírle a él, te oigo a ti.

No voy a reconocer que sea verdad, lucharé contra tu voz, contra el sonido si hace falta.
Me taparé los oídos, pero seguirás resonando en mi cabeza, sentiré la pulsación de tus latidos.

Y sabré que no te has ido, que sigues ahí, bajo mi piel, en algún lugar de mi mirada, entre ese lunar y aquella mancha.
Romperé mil hojas buscando un significado, pulsaré la tecla borrar intentando cambiar el sentido de lo que quieres decir y yo impido.

Pero sé que no resultará, porque aunque a veces me han llamado así no llevo su nombre.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El miedo te hace ser prudente, pero también te paraliza y te impide seguir.
Te lleva de vuelta al pasado, te hace volver a preguntarte si tomaste la decisión correcta. Te hace desandar lo ya andando.
El miedo te corroe, cuando tu interior de por sí es ya ácido. Disuelve tus entrañas y la poca seguridad que te quedaba, dejándote en carne viva, sin protección.

Si a esto le sumas el gran esfuerzo que te supone llevar a cabo cualquier acción, que el simple hecho de permanecer despierta sea una proeza, hace que temas por el presente que te espera. Por si lo lograrás y si finalmente eres capaz de lograrlo, a qué precio. Cuánto sufrirás en el camino y a qué renunciarás por conseguirlo.

Temes el futuro, temes que el pasado te impida tener uno.
Temes que tu presente te permita seguir viviendo.

Pero entonces caes en la cuenta de que tener miedo al miedo es como multiplicar dos números negativos, que obtienes uno positivo. Como decir "no tener nada", una frase en la que realmente estás diciendo que tienes algo. Y ese algo en esta ocasión no va a ser temor, sino la entereza suficiente para seguir intentándolo una vez más.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Quiero adelantar las agujas del reloj para que todo esto pase. Para que el cielo vuelva a ser azul, y el sol vuelva a brillar sobre mi cabeza.
Me cansé de tanto nubarrón, de tantas gotas mojadas, de tanta hipocresía, de la rivalidad entre mujeres, de tratar diferente a una persona por el hecho de ser del sexo opuesto y encima cumplir con los cánones estéticos de belleza.
Decidí dejar de hacer lo que se consideraba políticamente correcto, de llevar a cabo una devoción como si de una obligación se tratase.

Pero sé que esto no va a pasar. Estas escenas en particular sí, pero me engañaría a mí misma si no reconociera que me encontraré de nuevo con más hipocresía, más competidoras del sexo femenino, y más cuerpos bonitos con demasiadas ventajas.

No quiero aprender a vivir con ello, pero sé que no puedo seguir empeñándome en que esto dejará de suceder tarde o temprano porque debo admitir que por mucho que lo desee (aunque sea con todas mis fuerzas), siempre habrá algo que me saque de quicio, algo en lo que no estar de acuerdo. Aunque debo reconocer que en el fondo de mi alma sigo esperando, una y otra vez que esto deje de ser así.

Mientras las agujas de mi reloj siguen girando, seguiré pensando muy a mi pesar que esto puede mejorar, porque al menos yo, una entre 7000 mil millones, me revelo contra esa inmensa mayoría.

martes, 12 de noviembre de 2013

Cuando A le dijo , fue como si les negara a sus propios sueños la posibilidad de existir.

Cuando X le dijo si, obvió a aquella otra persona (Y) hasta del sentimiento de considerarse como tal.

Cuando Y escuchó el , una parte de sí pasó a simplemente parecer, a parecer que estaba,  a parecer que era.

Y es que más a menudo de lo que creemos cuando hay un , lo que tu recibes es un no procedente de no  sé sabe donde o dirigido a bien tu sabes qué.
Por eso antes de cada , comprueba  la dirección de ese no que aparecerá en el mismo momento en que lo pronuncies o lo escribas, porque cada aceptación  implica la presencia de  renuncias.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Noche tras noche cenando en el mismo restaurante, frente a la misma ventana, en la misma mesa sentado en la misma silla.
Hoy puré de verduras, ayer tortilla de patatas, mañana ensalada de la casa.
Mirando pasar la vida tras el cristal, sin saber que alguien me observa desde el otro lado.
Sin saber que ese alguien sabe que día tras día mi cena es siempre igual, siempre pensando en ella, esa persona que ya no está.
Dos bastones color blanco se mueven al unísono de izquierda a derecha rebotando con cada paso en el asfalto.
Dos brazos que se cruzan, dos manos entrelazadas.
Dos miradas que se miran sin ver más que la nada.
Dos pares de ojos invisibles al otro par de ojos.
Dos corazones unidos, sintiendo uno por lo que late el otro.

sábado, 26 de octubre de 2013

Me equivocaba, mi intuición por una vez falló, erró al emitir su veredicto.
¿Pero cómo iba a saberlo? Nadie puede averiguar lo que le depara el futuro.
Puede imaginarlo, pero rara vez sucede cómo creías.

Y si todo ocurre por una razón, que la razón venga,que la espero.

Dicen que ser la misma en otro lado lo cambia todo; pero resulta que ese todo en el mismo lugar, después de un tiempo ya no es igual.
.

viernes, 18 de octubre de 2013

Esa dolorosa palabra que te desgarra el alma,
esa palabra, que cuando la pronuncias te traspasa,
esa con la que sientes que una parte de ti permanecerá en ella para siempre.

Esa que te rasga lo más profundo, en tus entrañas,
con la que liberas la culpa que alguna vez padeciste.
Esa palabra se llama lágrima.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Te dispones a intentar calmar tus ansias de tragarte, aún sin masticar, aquello que sabes que no puedes digerir.
Pero todos los medios a tu alcance te irritan aún más la garganta, que de pronto te arde.
Ardes en deseos de gritar, de mostrar tu enfado, tu ira. De golpear, de golpearte.

Pero todo aquello que podría ayudarte a suavizar la frustración que sientes ante la impotencia de no poder hacer nada, cada una de esas pequeñas acciones te recuerdan a ellos. Porque antes, no sabes cuando exactamente, solías hacerlas con alguno de esos alguien. Pero ya no, eso pasó a formar parte de tu biografía, de las batallitas que contar a tus futuros nietos.

Ya no formáis parte del mismo ente, ya no hay un nosotros, solo existe un yo y un ellos.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Él: (...) y tres años después, darte la vuelta en la cama y esperar encontrarte a la otra persona...

Ella: (...) es que yo tengo mi manera..., pues a mí es que su forma de querer no me gusta.


P.D. No es que el amor tenga dos caras, es que existe el amor, el desamor y la nada.

domingo, 15 de septiembre de 2013

No soy una masoquista a la que le encante llorar por llorar, pero tengo esa necesidad casi de forma perenne.
Es por eso que prefiero las películas, canciones y libros tristes, dan una razón a mis lágrimas.
Porque no hay nada más triste que esa cadena de lagrimeos constante que se forma cuando tus ojos se empañan sin causa aparente y por esa misma ausencia, tus ojos se vuelven a empañar una vez y otra vez más.
Ahí es cuando le veo su función a la cebolla: la de camuflar mis ganas permanentes de llorar.

domingo, 25 de agosto de 2013

De un tiempo a esta parte se ha convertido en un verdadero esfuerzo el ordenar las ideas en mi cabeza y transformarlas en oraciones que tengan sentido completo.

Es por ello que no me pronuncio, no tengo nada que decir, nada que puedas entender, nada que yo misma consiga entender, al menos nada que llegue a ocupar más de una línea de texto.
Y si cumple ese requisito no es nada que me deje buen sabor de boca, nada que merezca ser conocido, nada que nadie quiera leer porque no le aportaría  más que tristeza, pena por quien lo ha escrito y unas ganas irrefrenables de rebobinar hasta el momento en que hizo doble clic para entrar al blog.

De hecho, ahora que releo lo tecleado, solo me apetece seleccionar el texto y pulsar la tecla borrar.

Así que me escondo entre las letras que han escrito otros, porque las mías son como alfileres en la palma de mi mano.

sábado, 15 de junio de 2013

No soy un trampolín en el que esperar el momento oportuno en el que la piscina esté llena para impulsarte y facilitar tu salto.

Tampoco soy un flotador al que agarrarte cuando te canses de nadar, pues si aprietas mucho corres el riesgo de pincharme y hundirme.

Pues recuerda: soy un ser vivo, estoy viva por mucho que no esté viviendo.