Hoy iba a ser un día especial
porque por vez primera iba a pasar mi cumpleaños fuera, en la playa,
desconectada. Y la verdad, lo es: la conexión que siento en estos
momentos con el mundo entero desde casa, no la cambio por nada... En
realidad, hay dos cosas que sí desearía cambiar, pero habrá que
esperar a llegar al final para desvelarlas.
No hago público esto para que me
felicitéis. De hecho, quité mi fecha de nacimiento para que nadie
pudiera hacerlo. Además, creo que a quien hay que felicitar es a la
madre -al menos- por habernos dado la vida. Porque dar a luz, es un
parto eterno. Todos somos hijos siempre. Pero no todos seremos padres
aun teniendo hijos. Así que ¡felicidades a la mía! El mérito de
que hoy sea -y siga siendo- mi cumpleaños es mayormente suyo.
También, de haberme mantenido viva durante estos años.
Tampoco he sido nunca de muchas
celebraciones. Pero este año es distinto. ¿Y cuándo no? Por eso,
para no continuar con la tradición, quiero celebrarlo todo.
Celebro
que estoy feliz. Y, ¿cómo no, si estoy? La felicidad no es que se
acabe la cuarentena, porque tu vida no está en pausa aunque tú
hayas dejado de vivirla. Esa ha sido tu decisión, la mía no. Y es
que, a pesar de que están habiendo innumerables momentos tristes,
son momentos que también estoy viviendo no solo estando viva
mientras.
Porque
también celebro que hay muchas PERSONAS a las que puedo felicitar
por encontrarse en ese selecto club al que yo denomino tal, sin ni
siquiera haberlo buscado.
Así
que, doy las gracias a quienes me han acogido con los ojos abiertos
-después de años sin contacto- para leerme como si no hubiera
pasado el tiempo, sin hacer ninguna clase de reproche. Agradezco
enormemente que pusieran el mundo en mis manos. Que me regalaran Todo
el hierro de la Torre Eiffel.
Que accedieran a ser mi
acompañante de museos y exposiciones -algunas- todavía por
estrenarse. Además, de por colarse en mi casa cuando no quería
visitas, siendo yo misma una extraña. Y por hacerlo... hasta en mi
cama, tal día como hoy de hace nueve años. Doy las gracias a
todas las que me han hecho creer en mí y en mi alegría que creía
perdida. Y, cómo no, a aquellas que han tenido que leer mis
“confesiones sin venir a cuento”, por responderme también (y tan
bien). O por haber quedado en tiempos de Messenger
virtualmente sin falta o mediante sms
a las tantas.
Agradezco
todos los comentarios o Likes
que me hacen sentir que no solo escribo para mí, aunque aún así,
prefiera mucho L-O-V-E sin V-E-L-O. Doy también, un gracias
infinito, por las respuestas afirmativas a mis SOS, enviadas incluso
desde: China, Australia, México, Polonia, Italia, Reino Unido o Francia... y
hasta en inglés o francés, mostrando vuestro afecto.
En
definitiva: GRACIAS por dejarme estar a vuestro lado o por elegir
quedaros al mío, en cualquier instante.
Siempre me he preguntado para qué
servía la tecnología. Ahora ya lo sé: sirve para “esto”. Y
ahí radica precisamente la diferencia entre este, y años
anteriores. Pero de eso ya escribiré en otro post. Ahora solo quiero
aportar la prueba de que todo ha cambiado. Incluso la primera versión
de lo que en un principio iba a escribir. He aquí el borrador:
Y estoy de nuevo en la casilla
de salida por miedo a volver. Sin darme cuenta de que la distancia
que me separa de la caja es la misma que hay hasta el tablero. O
quizás, incluso menos.
Tras la verificación de
datos, me di cuenta de que ninguno había cambiado después de tantos
años -más de 10-. Ninguno, no. Nada. Porque había uno que la
teleoperadora no había comprobado. Justo el único que no corroboró
al hacerme la encuesta. Una pregunta que no estaba incluida en la
lista y cuya respuesta era yo. Mi identidad ya no era la misma,
aunque siguiera llevando mi foto y mi nombre pegado en ella. Si en mi
vida todo seguía igual, igual es que yo... no la vivía.
¿Cómo van a saber lo que he
vivido si ni siquiera saben cuánto tiempo estoy viviendo?
En mi vida, doy un paso
adelante, y luego otro atrás. Por eso siempre estoy en el mismo
sitio.
Por ello, si madurar es aprender a
despedirse, retiro todos mis “renuncio a las RRSS”. Renegaba de
ellas y ahora las abrazo. Aunque sigo prefiriendo una conexión
directa a los ojos de otra (persona). Y agradezco también, a todas
aquellas que las usan, construyendo así lo que nos falta, sin
destruir lo que nos queda.
Pero tampoco voy a soplar nada este
año: no encenderé más luces por ahora, y mucho menos, velas. Y
pese a ello, finalmente mis dos deseos:
El primero, es un milagro y hasta
aquí puedo decir si quiero que se cumpla. No obstante, hoy es el Día
Mundial de la Salud...
El segundo, si voy a dejarlo por
escrito. Porque hace poco oí que las cosas importantes suceden cada
4 años. Y ayer fue el aniversario de esa fecha. Hace 1462 días -con
hoy- que te fuiste de mi casa y de mi vida. Solo quiero que lo sepas,
quizá hayas perdido la cuenta. Sigue siendo tu casa, aunque ya no
sea un hogar. La puerta por la que te marchaste siempre ha estado
abierta... hasta que hubo que cerrar. Pero para eso te llevaste
contigo la llave, ¿no?, porque la cerradura continúa tal cual. Y si
no la conservas, solo tienes que llamar. A la puerta, al fijo o al
móvil. Los tres están igual. Yo me encuentro perdida... buscándote.
Desde que empezó el Estado de Alarma, he dejado de soñar despierta,
pero en mis sueños -cuando consigo dormir- solo te me apareces tú.
Y el otro día, durante un momento, olvidé que cuando pase todo
esto, tú -desafortunadamente- seguirás pasando. Aunque aún tengo
la esperanza de que antes de que eso suceda, tú me llames o cojas mi
llamada. Quién sabe... tal vez me leas.
Y mientras, mientras haya vida habrá
tiempo.
Pero me faltan palabras y me sobran
espacios.
Así que, en resumen: Yo, soy yo
y... vosotros (los seres vivos) mis circunstancias.
Por lo que sintetizando, mi deseo es
que cualquiera en el planeta tenga -al menos- ¡Un feliz
cumpleaños!