jueves, 30 de abril de 2020

Baño compartido


Desde que te has independizado nos vemos menos. Solo coincidimos a veces en la hora del almuerzo. O cuando organizamos una cena.

Apenas apareces por casa. Y te echo de menos. El salón se nos ha quedado pequeño para cualquier reunión. Teníamos que haberle metido el dormitorio.
Porque el pasillo sigue muy transitado con patas de muebles y cajas. Y de la entrada ya no sale nada ni nadie.

En mi baño todavía quedan cosas tuyas, aparte de cabellos.

No sé si llamar a la puerta. A lo mejor estás ocupándote de algo importante. Mejor me voy. No quiero molestar.

Antes era más fácil, cuando uno de los dos baños siempre estaba abierto y el otro cerrado.
Ahora, sin embargo, dudo sobre si en el tuyo estarás tú dentro.


P.D.
A colación de eso sobre lo que hablábamos en la última reunión: los perros tienen derecho a baño compartido de uso público con horario restringido.
Los niños no: ellos tienen obligación a venir miccionados y defecados de casa o en su defecto a llevar retrete portátil.


P.D.2.
Te dejo la nota bajo la puerta.
Cuando la leas, hazme una perdida (más de un tono o no lo oiré desde la cocina).



martes, 7 de abril de 2020

UN FELIZ CUMPLEAÑOS.


Hoy iba a ser un día especial porque por vez primera iba a pasar mi cumpleaños fuera, en la playa, desconectada. Y la verdad, lo es: la conexión que siento en estos momentos con el mundo entero desde casa, no la cambio por nada... En realidad, hay dos cosas que sí desearía cambiar, pero habrá que esperar a llegar al final para desvelarlas.

No hago público esto para que me felicitéis. De hecho, quité mi fecha de nacimiento para que nadie pudiera hacerlo. Además, creo que a quien hay que felicitar es a la madre -al menos- por habernos dado la vida. Porque dar a luz, es un parto eterno. Todos somos hijos siempre. Pero no todos seremos padres aun teniendo hijos. Así que ¡felicidades a la mía! El mérito de que hoy sea -y siga siendo- mi cumpleaños es mayormente suyo. También, de haberme mantenido viva durante estos años.

Tampoco he sido nunca de muchas celebraciones. Pero este año es distinto. ¿Y cuándo no? Por eso, para no continuar con la tradición, quiero celebrarlo todo.

Celebro que estoy feliz. Y, ¿cómo no, si estoy? La felicidad no es que se acabe la cuarentena, porque tu vida no está en pausa aunque tú hayas dejado de vivirla. Esa ha sido tu decisión, la mía no. Y es que, a pesar de que están habiendo innumerables momentos tristes, son momentos que también estoy viviendo no solo estando viva mientras.

Porque también celebro que hay muchas PERSONAS a las que puedo felicitar por encontrarse en ese selecto club al que yo denomino tal, sin ni siquiera haberlo buscado.
Así que, doy las gracias a quienes me han acogido con los ojos abiertos -después de años sin contacto- para leerme como si no hubiera pasado el tiempo, sin hacer ninguna clase de reproche. Agradezco enormemente que pusieran el mundo en mis manos. Que me regalaran Todo el hierro de la Torre Eiffel. Que accedieran a ser mi acompañante de museos y exposiciones -algunas- todavía por estrenarse. Además, de por colarse en mi casa cuando no quería visitas, siendo yo misma una extraña. Y por hacerlo... hasta en mi cama, tal día como hoy de hace nueve años. Doy las gracias a todas las que me han hecho creer en mí y en mi alegría que creía perdida. Y, cómo no, a aquellas que han tenido que leer mis “confesiones sin venir a cuento”, por responderme también (y tan bien). O por haber quedado en tiempos de Messenger virtualmente sin falta o mediante sms a las tantas.
Agradezco todos los comentarios o Likes que me hacen sentir que no solo escribo para mí, aunque aún así, prefiera mucho L-O-V-E sin V-E-L-O. Doy también, un gracias infinito, por las respuestas afirmativas a mis SOS, enviadas incluso desde: China, Australia, México, Polonia, Italia, Reino Unido o Francia... y hasta en inglés o francés, mostrando vuestro afecto.

En definitiva: GRACIAS por dejarme estar a vuestro lado o por elegir quedaros al mío, en cualquier instante.

Siempre me he preguntado para qué servía la tecnología. Ahora ya lo sé: sirve para “esto”. Y ahí radica precisamente la diferencia entre este, y años anteriores. Pero de eso ya escribiré en otro post. Ahora solo quiero aportar la prueba de que todo ha cambiado. Incluso la primera versión de lo que en un principio iba a escribir. He aquí el borrador:

Y estoy de nuevo en la casilla de salida por miedo a volver. Sin darme cuenta de que la distancia que me separa de la caja es la misma que hay hasta el tablero. O quizás, incluso menos.


Tras la verificación de datos, me di cuenta de que ninguno había cambiado después de tantos años -más de 10-. Ninguno, no. Nada. Porque había uno que la teleoperadora no había comprobado. Justo el único que no corroboró al hacerme la encuesta. Una pregunta que no estaba incluida en la lista y cuya respuesta era yo. Mi identidad ya no era la misma, aunque siguiera llevando mi foto y mi nombre pegado en ella. Si en mi vida todo seguía igual, igual es que yo... no la vivía.


¿Cómo van a saber lo que he vivido si ni siquiera saben cuánto tiempo estoy viviendo?


En mi vida, doy un paso adelante, y luego otro atrás. Por eso siempre estoy en el mismo sitio.


Por ello, si madurar es aprender a despedirse, retiro todos mis “renuncio a las RRSS”. Renegaba de ellas y ahora las abrazo. Aunque sigo prefiriendo una conexión directa a los ojos de otra (persona). Y agradezco también, a todas aquellas que las usan, construyendo así lo que nos falta, sin destruir lo que nos queda.

Pero tampoco voy a soplar nada este año: no encenderé más luces por ahora, y mucho menos, velas. Y pese a ello, finalmente mis dos deseos:

El primero, es un milagro y hasta aquí puedo decir si quiero que se cumpla. No obstante, hoy es el Día Mundial de la Salud...

El segundo, si voy a dejarlo por escrito. Porque hace poco oí que las cosas importantes suceden cada 4 años. Y ayer fue el aniversario de esa fecha. Hace 1462 días -con hoy- que te fuiste de mi casa y de mi vida. Solo quiero que lo sepas, quizá hayas perdido la cuenta. Sigue siendo tu casa, aunque ya no sea un hogar. La puerta por la que te marchaste siempre ha estado abierta... hasta que hubo que cerrar. Pero para eso te llevaste contigo la llave, ¿no?, porque la cerradura continúa tal cual. Y si no la conservas, solo tienes que llamar. A la puerta, al fijo o al móvil. Los tres están igual. Yo me encuentro perdida... buscándote. Desde que empezó el Estado de Alarma, he dejado de soñar despierta, pero en mis sueños -cuando consigo dormir- solo te me apareces tú. Y el otro día, durante un momento, olvidé que cuando pase todo esto, tú -desafortunadamente- seguirás pasando. Aunque aún tengo la esperanza de que antes de que eso suceda, tú me llames o cojas mi llamada. Quién sabe... tal vez me leas.


Y mientras, mientras haya vida habrá tiempo.
Pero me faltan palabras y me sobran espacios.


Así que, en resumen: Yo, soy yo y... vosotros (los seres vivos) mis circunstancias.
Por lo que sintetizando, mi deseo es que cualquiera en el planeta tenga -al menos- ¡Un feliz cumpleaños!