jueves, 8 de noviembre de 2012

Supongo que me acostumbré a que no pasara nada salvo en mis pensamientos y en mi imaginación.
En mi mente lo tenía todo controlado, era yo quien manejaba a los personajes: lo que decían, lo que no decían, lo que querían decir, lo que pensaban mientras lo decían, lo que sentían, lo que el otro iba a responder.
Sabía qué iba a pasar en la escena siguiente y si no me gustaba rebobinaba y volvía a empezar.
De hecho si en algún momento me bloqueaba, me detenía un momento, pasaba las imágenes a toda velocidad y ahí estaba la respuesta perfecta para el acto perfecto.
Me pasé horas enteras y algunas noches entretenida con ese juego, creando personajes y situaciones.
Durante un tiempo era mi pasatiempo favorito en cuanto oscurecía pues lo sueños no se pueden dirigir, por mucho que lo haya intentado solo conseguí un par de veces soñar con lo que quería, pero desde luego ni mucho menos se parecía a lo que ocurría en mis juegos mentales.

Y por ello, cuando realmente pasó o mejor dicho ahora que me he dado cuenta de que eso está bien solo si lo plasmas de alguna forma, no sé cómo reaccionar, no sé que tengo que hacer.
Ahora que tengo la posibilidad de vivirlo, encuentro que la vida tiene más de 3 dimensiones, que hay demasiadas posibilidades para elegir y que según las escoja o no, esa decisión marcará la posible futura aparición de otras nuevas.

Pero mientras, mientras estoy parada, mientras no haga nada, el tiempo o mejor dicho el reloj que lo mide, y las oportunidades, serán lo único que pase.

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