sábado, 8 de febrero de 2014

Cuando miro tus ojos de color cielo, veo tu inocencia, tu dulzura, tu incapacidad de hacer daño, de producir cualquier mal.
Te acercas a mí, necesitado de caricias, y te necesito, necesito que me necesites, que me lo pidas con solo una mirada en tono añil.
Te abrazo y me lo agradeces con ese sonido con el que me indicas que no te deje nunca, que siga estando ahí.
Y es en ese instante en el que deseo que me entiendas sin palabras, con solo el roce de tu piel y un cruce de miradas.

1 comentario:

  1. Este escrito me hace pensar en mi Tina. Su ojos celestes (casi blancos, de lo claritos que eran), su incapacidad de hacer daño... Por eso yo, cuasi atea, creo en los ángeles. Por ella.

    ResponderEliminar