domingo, 15 de septiembre de 2013

No soy una masoquista a la que le encante llorar por llorar, pero tengo esa necesidad casi de forma perenne.
Es por eso que prefiero las películas, canciones y libros tristes, dan una razón a mis lágrimas.
Porque no hay nada más triste que esa cadena de lagrimeos constante que se forma cuando tus ojos se empañan sin causa aparente y por esa misma ausencia, tus ojos se vuelven a empañar una vez y otra vez más.
Ahí es cuando le veo su función a la cebolla: la de camuflar mis ganas permanentes de llorar.

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