domingo, 8 de marzo de 2020

EN FEMENINO INCLUSIVO


Esto es un alegato por la inclusión:

Quiero meternos a todas en la misma ecuación porque en un solo saco no cabemos, aunque en este mundo hay sitio para todas. No quiero sacar a los hombres, quiero que las mujeres también estén dentro. Y que cuando entren, ellos se queden y hagamos equipo.
El feminismo no es cosa de mujeres. Ni el machismo, de hombres. Lo segundo es un falso mito del que habla quien nada dice; y lo primero, un asunto de primera en un mundo de personas.
Y es verdad que somos distintos. Pero no los hombres de las mujeres. Todas somos diferentes porque todas somos diferentes personas. Somos un conjunto heterogéneo cuya mezcla impide que la raza humana -la única que existe- se extinga.

Hay un asiento para cada una, pero ninguno está numerado. Así que, las feministas no queremos quitarle el puesto a los hombres, queremos que ese puesto no exista. Porque no queremos llegar más alto, queremos que nadie esté arriba. Y que quien vaya a ocupar el palco no lo tenga reservado con antelación. Ni a nombre de un hombre, ni tampoco, con nombres de mujer. Las plazas serán otorgadas por riguroso orden de llegada. O concedidas por méritos propios, sin que medien fotos o datos de identificación. Lo contrario sería exclusión.
Y también lo es, que todas pasemos a tener apelativo masculino por un solo varón. Así que no te sientas ofendido si me dirijo a ti en femenino refiriéndome al término persona, porque el genérico «gente», sí que es despectivo.

Exclusión es pretender que una mujer se depile y un hombre no, si los dos tienen pelo.
Tan absurdo como que ambos deban ser casi de la misma estatura “gracias” a - aunque siempre un poco por debajo- los tacones-, si para algunos no os llegamos a la suela de los zapatos y jamás estaremos a vuestra altura. Y es que si el de arriba todo lo ve, el de abajo todo lo vive. Pero mientras el segundo, a veces la sube; la mirada del de arriba, casi nunca baja más de un segundo. Y recuerda también, que desde el suelo se puede volar todavía más alto.
Así mismo, no tiene sentido que el hombre vaya abrigado en invierno, mientras que la mujer deje a la vista y al aire frío sus encantos; y por otro lado -y a pesar de lo contradictorio- deba tener siempre ciertas partes “indecentes” cubiertas, pero el hombre no tenga por qué tener la decencia de cubrirse nunca la vista. Porque no hay faldas cortas, sino manos largas. Y es que mi apariencia no habla de mí, solo dice lo que tú sabes decir. Lo que has aprendido de aquello que te han enseñado.

El hombre suele querer dominar a la mujer -porque en realidad es en ella, en su interior, donde reside el verdadero poder: el de la creación- mientras que la mujer lo que no quiere es que la domine otro. Por ello, ¿cómo puedes insinuar que estoy obligada a ser madre si dudas de tu paternidad y con esa excusa te escudas de tu responsabilidad? La cuestión es ser o no ser... padres. Ambas partes.
Para mí, las mujeres siempre van primero, y al mismo tiempo el hombre está antes que la mujer... en el diccionario solo, ambos. Y es que si alfabéticamente la “a” va antes que la “o”, ¿por qué siempre prima lo masculino?

Ya que esto no trata de ser enemigos, o de nosotras y vosotros.
La mujer no va en contra del hombre. El feminismo no es exclusivo. Son personas a favor de todas las demás personas. Que a pesar de ser muchas y muy variopintas, ninguna está de menos, ni tampoco de más.
La paridad no es una comparación en número cuya diferencia es cero.
La equidad no significa ser equivalente, es complementarse.
Pero que cada una elija sus funciones. Es una decisión personal. Ya que yo, en teoría, puedo dar vida; y tú -si también teóricamente, y según las estadísticas de violencia machista puedes quitarla hasta sin llegar a matar- no. Eso es lo único que nos distingue: la posibilidad. La mayor probabilidad de ser atacada por ti, aun yo siendo más en cantidad y en cUalidad -como gestadora de mujeres y hombres-, por tú creerme menos. Porque las capacidades se adquieren y se mejoran, hasta las innatas.
Pero las culpables somos todas las (personas) que hemos inculcado que las mujeres tenemos que tener cuidado, aunque lo confundamos con el miedo, sobre todo de noche; mientras que al hombre no le hayamos infundido que tiene que cuidar -también sus palabras- incluso de día, y que a eso se le llama respeto.
Que no hay un sexo fuerte y uno débil.
Que las etiquetas no definen a quien las lleva sino a quien las pone.
Que no es necesaria su compañía ni la de nadie, pero que necesitamos saber estar solas y también con alguien.
Que todas somos igual de distintas.

Compartimos el mismo mundo. Hagámoslo con tacto. Aunque el resultado sea, un mundo distinto al que conocemos hoy.

¿Hay o no, trato?

Firmado: desde el anonimato.

    P.D: Que esto último no lleve a equívocos, porque aunque lo parezca no es un contrato. Los contratos se rompen y esto está sujeto al cambio de actualizarlo siempre, a la mejor versión.

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